Giuliano Pastorelli Paredes
Director de Carrera de Arquitectura
Universidad Andrés Bello Concepción
Nuestro patrimonio personal, el tuyo o el mío, son aquellas cosas de valor que nos hacen sentido conservar y que eventualmente algún día traspasaremos a las nuevas generaciones de hijos o nietos en nuestras familias.
Algo muy parecido pasa con el patrimonio arquitectónico. Sería imposible conservar todas las construcciones existentes, lo cual nos obliga a preguntarnos cuáles son aquellas obras que nos hace sentido proteger y conservar para las futuras generaciones.
Los edificios son piezas con pasado, pero el concepto de patrimonio es en realidad una pregunta sobre nuestro presente y futuro, que nos invita a comprender el sentido y el valor de aquello pre-existente.
Por lo mismo, se vuelve importante reflexionar sobre el significado que tiene para nosotros la Siderúrgica Huachipato en múltiples sentidos.
Desde lo más amplio, es relevante poner en valor su rol histórico de escala regional y nacional, como un conjunto industrial que surge como respuesta a la cruda crisis del ´29 (recordemos que nuestro país se vio gravemente afectado) y se alinea a un plan de estado para el impulso y fomento a la industria nacional.
Esta siderúrgica permitió que en los siguientes años fuera posible ver considerables avances en el mundo de la arquitectura y la construcción, con mejoras en los procesos de fabricación, diseño y resistencia en la construcción de edificios e infraestructura en ese material.
Este impulso en la producción fue acompañado además de una importante transformación social, reflejada en una rápida expansión demográfica en la región y que originó, entre otras cosas, importantes reformas urbanas y habitacionales como la Villa Presidente Ríos durante los años 50.
Además, la Siderúrgica Huachipato tiene un valor en su propia infraestructura. Durante sus constantes períodos de modernización en décadas posteriores surgieron obras de indiscutible valor arquitectónico, como la Acería Conox, su Unidad Departamental y la Central de Alimentación y Casino, que fueron espejo de las vanguardias modernas que empezaban a ser incorporadas en nuestro país.
Es importante mencionar que en la construcción de estos edificios estuvo la mano de importantes arquitectos nacionales, algunos de ellos premios nacionales, como Cristián de Groote, Carlos Bresciani, Victor Gubbins, Fernando Castillo, entre otros.
Se trata de obras que pertenecen a un período donde las formas y los espacios debían ser tan claros como los propósitos a los que servían. El manejo de los materiales en bruto puso de manifiesto la actividad industrial, pero al mismo tiempo acogió con calidez aquellos espacios de servicios usados por los trabajadores de la planta. Además, la escala y las relaciones entre edificios demuestran la destreza de sus autores y su visión integral de conjunto.
Estas múltiples decisiones en el diseño demuestran la vigencia de estas obras y su importancia como verdaderos tesoros regionales que son necesarios de conservar.
En resumen, el cierre de la siderúrgica en septiembre nos deja un escenario sin desenlace sobre el destino de estos edificios, tampoco sabemos qué lugar tendrán en la nueva propuesta de CAP para la Región del Biobío. Se trata de preguntas que será preciso ir respondiendo sobre todo si concordamos en que estamos ante un patrimonio industrial de importantísimo valor.
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