Académico Ingeniería Comercial
Universidad Andrés Bello
Las cifras no mienten. En junio de este año, el IPC registró una variación negativa del -0,4%, acumulando un 1,9% en lo que va del año y un 4,1% en términos interanuales. Este comportamiento representa un respiro para las familias chilenas, que se ven directamente afectados por el alza de precios en productos de consumo masivo.
Al analizar en detalle la composición del IPC, se observa que 6 de las 13 categorías presentan disminuciones. Destacan, especialmente, “Alimentos y bebidas no alcohólicas” con una variación de -0,9%, y “Vestuario y calzado”, con un notable -6,4%. Este dato es relevante si consideramos que, según cifras del INE, las familias destinan el 21,2% de su presupuesto a alimentación y bebidas no alcohólicas, y un 2,8% a vestuario y calzado. Por lo tanto, una baja en estos precios contribuye a aliviar el gasto en rubros esenciales.
Si desglosamos el ítem de alimentos y bebidas no alcohólicas, destacando variaciones como: tomates (-14,7%), carne de vacío (-2,2%), limones (27,3%), hortalizas, legumbres y tubérculos (-4,6%), y frutas y frutos secos (-3,5%).
Estas cifras reflejan una inflación relativamente controlada por parte del Banco Central. A esto se suma el aumento sostenido de los salarios reales durante 27 meses consecutivos, junto con una actividad económica que muestra señales de recuperación, como lo demuestra el IMACEC de mayo de 2025, con un crecimiento interanual del 3,2% (a la espera de los datos de junio).
Sin embargo, estos datos representan solo una parte de la realidad económica. Para comprender la capacidad adquisitiva de las familias, es necesario considerar el IPC acumulado desde 2022 y contrastarlo con la evolución de los salarios, además de incorporar el análisis del desempleo, que en el trimestre móvil marzo-mayo 2025 alcanzó un 8,9%, con altos niveles de informalidad y escasa disposición del mercado laboral formal a contratar.
A esto se suman factores regionales, como el impacto de la quiebra de Huachipato y algunos de sus proveedores directos, así como la contracción del comercio minorista. Todo lo anterior nos indica que el IPC, por sí solo, no es suficiente para evaluar el bienestar económico de las familias. Lo verdaderamente relevante es su capacidad adquisitiva, es decir, cuánto pueden comprar con sus ingresos actuales, los cuales, en muchos casos, se han visto deteriorados. En definitiva, para muchas familias chilenas, el sueldo ya no alcanza.
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