Sandra Urra Águila, Académica Escuela de Educación Universidad Andrés Bello sede Concepción.
En una sociedad que releva las noticias negativas, violentas y atemorizantes, es un bálsamo para el alma encontrar otras como la del director del Liceo de Lota que espera a las y los estudiantes en el paradero más cercano para asegurarse que lleguen bien cada mañana. Nos podríamos detener en el origen causante de esta acción y, ante ello, muchos y muchas dirán: “es que la cosa está tan mala en la calle que hay que cuidar a los estudiantes”, pero no es ese el camino de estas líneas; me parece más importante ver más allá y analizar por qué es una acción exitosa y digna de salir en la prensa.
En primer lugar, el mensaje que se da a las y los estudiantes es “eres importante”, “si tú no estás en el liceo no podemos comenzar la jornada” y dado que eso es cierto, “miembros del equipo docente y directivo te esperarán cerca para asegurarnos que llegues bien”. Inmediatamente con ello el mensaje se personaliza, es vinculante, el y la estudiante ya no son sólo un número o subvención, son integrantes fundamentales de la comunidad a tal punto que merecen ser bienvenidos y bienvenidas cada día.
En segundo lugar, el mensaje que se da a las familias es “estén tranquilos y tranquilas, su hijo, su hija es importante para esta comunidad y queremos asegurarnos de que cada día podamos contar con su presencia, participación y protagonismo en la sala de clases”. Lo anterior favorecerá una mirada más positiva de las familias respecto al liceo y sus equipos profesionales, lo que podría concretarse en aumento de participación, respuesta y acercamiento entre ambos estamentos.
En tercer lugar, el mensaje es “todos y todas somos importantes y necesarios en esta comunidad, no sólo existimos como espacio que fomenta el conocimiento traducido en resultados/ puntajes en innumerables evaluaciones estandarizadas y mediciones de turno”. Este liceo, su equipo, su director, entendieron que sólo desde los vínculos reales, los afectos y la preocupación sincera se puede generar sentido de pertenencia y compromiso. Este establecimiento ha entendido que los vínculos y el respeto se tejen y entretejen de forma bidireccional desde las confianzas, horizontal y honestamente, sin miedo y con amor; pero no ese amor de películas y caricaturizado, el caso del liceo de Lota es la prueba de que educar es un acto de amor profundo que implica mover y conmover a las y los estudiantes con hechos y con verdad. Nos podrían decir que esta acción no forma parte de las responsabilidades docentes, que estamos romantizando acciones que están fuera del rol docente, pero qué es ser docente, ¿se es profesor o profesora sólo en la sala de clases?, ¿sólo si hay contenidos y currículum de por medio?, ¿qué hemos hecho para que no exista otra forma de verlo?; en un día a día en que hay aumento de necesidades de acompañamiento y apoyo emocional en las aulas y fuera de ellas, en un país que descubre la necesidad de salud mental en las comunidades y familias, acciones como ésta dan un respiro y nos hacen volver a creer.
Quizás el equipo del Liceo no lo sepa, pero con el solo hecho de hacer vivo el sentido humano del educar están colaborando para que muchos y muchas estudiantes vuelvan a creer en que el futuro puede ser distinto, que quizás sí hay algo bueno esperando más adelante si perseveran y que incluso si no todos los días es así, siempre habrá alguien esperándoles en un paradero para hacer del camino algo más amigable y acogedor.
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