Director de Carrera Arquitectura en Concepción
Universidad Andrés Bello
La energía sube y la temperatura baja. Una combinación fatal para cualquier bolsillo, especialmente en invierno.Antes de que el frío nos paralice, hago la siguiente advertencia: gastar en más y más energía para calefaccionar la casa podría terminar transformándose en un derroche sin fin de nuestros recursos. ¿Cuál sería la solución entonces? Pues poner los esfuerzos en la casa.
Una manera sencilla de entender cómo una casa ayuda a ahorrar energía es compararla con una cama. El placer de estar acostados en nuestra cama con una temperatura agradable se debe a su éxito atrapando el calor. Los acolchados generan una envolvente que retiene el calor y no lo deja salir, aislando la temperatura producida por nuestro cuerpo del exterior. Por el contrario, si tuviéramos un mal acolchado, la única forma de mantener el calor sería meter un calefactor entre las sábanas gastando energía continuamente.
Hecha la analogía, podemos decir que los muros de nuestra casa deben ser un “acolchado” capaz de mantener el calor en el interior y evitar que se arranque. La eficacia parte por un buen diseño arquitectónico, donde se busca una forma compacta y sencilla de la envolvente, pero además con materiales que aseguren que las murallas y el cielo actúan como barreras aislantes de la calefacción que estamos generando en el interior. ¿Sabe usted cuáles son los materiales que componen sus muros y si hay aislación térmica? Si no lo sabe, debería partir averiguándolo.
Si se trata de atrapar el calor, sería todo mucho más sencillo si viviéramos en espacios cerrados y herméticos que concentren el calor que generamos sin dejarlo salir, pero sabemos que no es así y que nuestra vivienda debe “respirar” y abrirse a las vistas y al exterior a través de puertas y ventanas.
Las puertas y ventanas son los puntos más vulnerables. Las delgadas láminas de vidrio, sumado a elementos que se abren y se cierran, los convierten en verdaderos “puentes” por donde el calor y el frío cruzan continuamente. Mejorar este problema, significa hacer algunas mejoras constructivas, como el doble vidrio termopanel y también reemplazar o mejorar puertas y ventanas con mejores propiedades aislantes y con sistemas de cierre que sean lo más herméticos posibles, evitando así esas finas ranuras de aire que favorecen la filtración.
Ojo que no todo implica remodelar o contratar maestros. Muchas mejoras, aunque sean mínimas, pueden hacerse si existe un criterio de cómo hacer más eficientes nuestros espacios energéticamente. Este “criterio eficiente” nos permite idear soluciones usando el ingenio y el conocimiento que cada uno de nosotros tiene sobre nuestros propios hogares.
Así, la ubicación del calefactor, reforzar marcos de puertas y ventanas con burletes, agregar una doble cortina o abrirlas enteras cuando el sol está pegando directo sobre el vidrio, entre otras muchas ideas, son pequeñas acciones que podrían contribuir y sumar poco a poco a un hogar más preparado.
Más allá de entregar soluciones o “recetas eficientes”, la clave está en enseñar y evidenciar la importancia que tiene la arquitectura y la construcción en el manejo de nuestra energía y por consecuencia de nuestros recursos. Las mejoras de eficiencia que hagamos serán siempre una inversión que recuperaremos en el mediano o en el largo plazo, ya que nos ayudarán disminuir los gastos fijos en energía de calefacción para futuros inviernos.
Leave a Reply