Por Guido Di Toto, general manager de Signify para Sudamérica
El mundo enfrenta desafíos ambientales urgentes, como el cambio climático impulsado por el uso constante de combustibles fósiles. Sin embargo, también tenemos una gran oportunidad. La creciente conciencia global y los avances tecnológicos nos permiten percibir un territorio más sostenible. Para alcanzarlo, es crucial reducir las emisiones a casi la mitad para 2030 y lograr la neutralidad de carbono para 2050, como establece la ONU. Conseguir estas metas no solo protegerá nuestro ecosistema y bienestar, igualmente abrirá un camino hacia un futuro más limpio y próspero para todos[1].
La búsqueda de alternativas energéticas sostenibles se vuelve imperiosa, y las energías renovables no convencionales se muestran como una solución clave para abordar esta problemática. Una de ellas es la energía solar, tecnología que brinda luz limpia y accesible, contribuyendo de esta manera en la lucha contra el cambio climático.
La energía solar, aparte de reducir la huella de carbono y poseer alta eficiencia energética, es una opción sostenible a largo plazo por sus bajos costos en mantenimiento, en comparación con sistemas convencionales. Además, puede llevar energía a comunidades remotas sin acceso a la electricidad, mejorando su calidad de vida y promoviendo su desarrollo social.
Sudamérica es una región que recibe una gran cantidad de radiación solar. Esta abundancia de energía natural nos presenta un escenario único para reducir nuestra dependencia de los combustibles fósiles y avanzar hacia el camino correcto. La iluminación solar, en particular, ofrece una posibilidad limpia y eficiente para iluminar nuestros hogares, entornos e infraestructuras.
Sabemos que los gobiernos latinoamericanos están implementando energías renovables. Según el Banco Interamericano de Desarrollo, el 58% de la generación de electricidad de América Latina y el Caribe proviene de fuentes renovables. Este 58% de renovable se compone de un 77% de electricidad de las centrales hidroeléctricas, seguido por la generación eólica y solar que juntas suman 13%, 9% de biomasas, y 1% geotérmica.[2]
Girar hacia el uso de sistemas solares fotovoltaicos, no solo debe ser responsabilidad de los gobiernos; las empresas, especialmente las del sector, deben unirse a este sentido de conciencia ambiental, junto con organizaciones y comunidades. Si todos nos sumamos al reto de impulsar la adopción de la iluminación solar como una prioridad, aportaremos a conservar el mundo en donde queremos vivir.
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