Exposición inmersiva invita a “recorrer ” y “sentir” la zona cordillera del Alto Biobío

DSCF0053“Del rayo al efecto tardío del trueno”, es una experiencia multisensorial que traduce desde una mirada artística y científica, las nacientes cordilleranas del río Biobío en diálogo con las exploraciones naturalistas del artista de Concepción Julio Escámez. Por medio de dispositivos lumínicos, editoriales e instalaciones objetuales de video y sonido, la obra invita al público a experimentar formas no tradicionales de percepción.

Es una experiencia inmersiva que combina arte y geografía en un recorrido sensorial por el corazón del paisaje cordillerano del Alto Biobío en el sur de Chile. A través de una instalación visual y sonora articulada entre dispositivos lumínicos, editoriales y objetuales –que dialogan con la obra del artista y naturalista chileno Julio Escámez (1925-2015)–, las y los visitantes podrán explorar y “sentir” las capas visibles e invisibles de las naciente del Biobío, uno de los ríos más extensos del país.

Se trata de la exposición “Del rayo al efecto tardío del trueno”, que se encontrará abierta hasta el próximo 16 de marzo de 2025 en la Pinacoteca de la Universidad de Concepción. Desarrollada por la artista sonora Carolina Opazo Riveros, la geógrafa Rebeca Olea Pietrantoni y la artista visual Amparo Prieto Monreal, la obra instalativa reinterpreta y resignifica tres pinturas de gran formato de Escámez a través de una intervención lumínica, una pieza editorial, un video-objeto y una instalación sonora, conformando un recorrido que invita al público a desarticular la mirada y sus formas tradicionales de percepción.

La memoria de un paisaje

La artista a cargo del proyecto, Carolina Opazo, explica que la muestra busca establecer un diálogo contemporáneo con las exploraciones naturalistas y culturales presentes en la obra de Julio Escámez, quien interpretó de manera sensible y crítica las transformaciones del paisaje cordillerano en Chile, tanto antes como durante su exilio en Costa Rica, tras el Golpe de Estado de 1973. “De esta forma abre un espacio para que el público reconstruya la memoria de un paisaje que ha sufrido muchas transformaciones en el tiempo y reflexionando al mismo tiempo sobre nuestros actuales sistemas socio-ecológicos”, asegura.

“Descubrimos en Escámez a un naturalista que se adentraba en los paisajes cordilleranos para retratar la vegetación, las araucarias, la vida aislada, el clima, la devastación del paisaje. En alguno de sus escritos menciona que le han robado la infancia. Lo que también se refleja en su trabajo visual, donde aparecen personas que expresan una desolación frente a un entorno afectado por la industria, especialmente tras la dictadura, y en atmósferas casi siempre en penumbra”, describe la artista visual.

De acuerdo a las autoras, cuando la gente entra a la muestra, se encuentra con una experiencia inmersiva y multisensorial, producto del tratamiento lumínico de la primera sala, así como la escucha sutil de los sonidos que provienen de la segunda adjunta. También se encuentra con un espacio que busca sumergir al público en una experiencia completamente nueva, al ser invitados a activar los sentidos de manera no lineal en relación a los artefactos que median la relación entre la investigación científica-artística de campo y la obra de Julio Escámez.

Capas de información

Para construir la obra, las investigadoras exploraron los paisajes fluviales de Alto Biobío que también fueron parte de la mirada de Escámez en su tiempo: “Antes de nuestro primer terreno, Rebeca Olea, coautora de la muestra y geógrafa, nos introdujo en la realidad sociotécnica y socioecológica del río Biobío, aguas arriba (partió desde la desembocadura en el mar hacia la cordillera) mediante un mapa con diversas capas de información”, describe Carolina Opazo.

Este estudio preliminar incluyó los usos tradicionales de los caminos, versus las rutas recientes, las transformaciones del paisaje provocadas por las hidroeléctricas, y las zonas de desplazamiento poblacional que han derivado de esas intervenciones. También lograron registrar los cambios en los lechos de ríos y esteros, los espacios habitados y deshabitados, los nuevos asentamientos donde las comunidades fueron relegadas, y las alteraciones en las especies de flora y fauna antes y después del desarrollo industrial.

“Mediante archivos históricos, imágenes satelitales, mapas antiguos, datos bibliográficos y otras fuentes, logramos ‘asomarnos’, aunque de manera externa, al recorrido físico y simbólico que realizaríamos. A partir de ahí nos enfrentamos a la pregunta: ¿cómo aproximarnos a este espacio sin replicar dinámicas extractivistas a las que a menudo se enfrentan los territorios como el Alto Biobío, ya sean económicas, culturales, académicas, científicas o artísticas?”, advierte la artista visual.

La exposición –financiada por el Fondart Nacional de Creación y Producción Artística–, sostiene en gran parte la experiencia de las creadoras en el lugar. “Nos interesamos en cómo nuestros cuerpos se conectaban o separaban del paisaje: el volcán, los lechos de los ríos, los saltos de agua, las corrientes, el agua estancada, aquello que permanece oculto bajo la superficie y aquello que logramos percibir. Fue un ejercicio de escucha y atención, cruzando nuestros conocimientos del arte y la geografía”, concluye Opazo.

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