El acoso escolar es un tema de especial relevancia debido a las consecuencias que puede traer al psicodesarrollo e integridad física de niños y adolescentes. En el contexto educativo, existe la exigencia de un reglamento interno y un plan como parte de la política de convivencia escolar el cual debe contener protocolos específicos al respecto. Sin embargo, no siempre tienen los efectos esperados.
La asociación Bullying Sin Fronteras señala que Chile está entre los 30 países con mayores tasas de violencia escolar, con 28,500 casos registrados en el periodo 2022-2023, frente a los 5,934 reportados en 2016, evidenciando un notable incremento en las estadísticas.
Preocupante es también intentar comprender cómo algunos niños agreden y acosan a otros solamente por verlos distintos y peor aún, abusan al evidenciar alguna debilidad asociada a neurodivergencia o situación de discapacidad. Casos como éstos hemos visto en los medios en este último tiempo.
Desde la comprensión del psicodesarrollo es complejo considerar a niños por ejemplo de 7, 8, 9, 11 y más años como victimarios, pues en estricto rigor ambos son víctimas. Por supuesto existe un agredido y un agresor, y se deben tomar las medidas que correspondan, sin embargo, debemos considerar que los agresores no hacen más que repetir modelos de conductas de la sociedad, familia, resguardo de lo que ve, redes sociales y otros, y reflexionar sobre por qué después de la Pandemia de Covid 19 la población escolar se evidenció más violenta. Debemos hacernos cargo de los probables modelos de conductas que estamos generando en las nuevas generaciones, considerando el contexto de violencia que existe en una sociedad.
El abordaje y medidas frente al acoso escolar deben considerar la psicoeducación mediada por protocolos no solamente de actuación, también de prevención desde la figura del agredido y agresor, considerando no solo los estudiantes sino además a toda la comunidad escolar. Cada establecimiento debe socializar y construir en conjunto los protocolos para que sean conocidos por todos, no deben estar cerrados con llave y deben ser más claros y rigurosos en su aplicación y recopilación de evidencias.
Emilio Sagredo, académico e investigador Facultad de Educación USS.
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