Directora de Escuela de Enfermería
Universidad Andrés Bello
En estos días hemos sido testigos de una nueva intoxicación por consumo de Amanita phalloides, conocido como “el hongo de la muerte” porque su mortalidad en el 90% de los casos. Si bien es de origen europeo, está ampliamente difundido en el centro sur de nuestro país, asociado a las plantaciones de especies foráneas.
En Chile, desde 1935 se han descrito intoxicaciones por consumo de hongos venenosos, algunas con consecuencias fatales para los afectados. En las bases de datos de defunciones del Departamento de Estadísticas e información de Salud (DEIS) del MINSAL, se reportan entre los años 1999 y 2020, siete casos de muerte, por consumo de hongos comestibles, casi siempre en estación invernal y en regiones del sur de Chile y Santiago.
El consumo de hongos está ligado a la cultura culinaria en nuestro país y en las raíces de los pueblos originarios, por lo que siempre ha existido consumo de ellos. La apariencia del Amanita es parecida a un hongo comestible, es de color amarillo o verde, de hasta 15 centímetros, tiene un sombrero abovedado del mismo tamaño con branquias blancas y un tallo blanquecino.
La intoxicación por su ingesta suele ser la consecuencia de un error en la recolección por un aficionado que, al no conocer suficientemente su aspecto, los confunde con especies comestibles. Es importante recalcar que no existe ninguna prueba sencilla definitiva que permita diferenciar los hongos comestibles de los tóxicos. Por tanto, es fundamental una gran experiencia en el conocimiento de su aspecto y que los recolectores se limiten a utilizar los que puedan identificar con precisión. Se deberán desechar todos los que puedan generar una mínima sospecha.
La Amanita posee tres toxinas que afectan el hígado y, a diferencia de otras especies de hongos que son peligrosos al comerlos crudos, sus toxinas se mantienen estables cuando se calientan y no se descomponen al cocinarlas, por lo que no pierde su toxicidad. La alfa-amanitina es extremadamente tóxica: 5 mg son capaces de producir la muerte de un adulto. Un píleo (“sombrero”) promedio contiene 30 a 90 mg de esta sustancia.
Los síntomas de la intoxicación por hongos aparecen entre 6 y 12 horas después de ingerirlos. Usualmente al inicio se manifiesta de manera más leve con náuseas, vómitos y diarrea. En el caso del consumo de la Amanita phalloides y Amanita tóxica, sin embargo, si permanecen restos en el cuerpo después de esta primera fase, viene una fase asintomática, donde la toxina sigue funcionando de forma silenciosa, que puede extenderse entre 1 a 3 días, iniciando nuevamente dolor abdominal pero el daño hepático ya es grave llegando a la necrosis hepática. El único tratamiento que ha sido exitoso es el trasplante de hígado.
La recomendación es acudir inmediatamente a un centro de salud si las molestias comienzan luego de la ingesta de hongos e idealmente, recoger y entregar ejemplares sobrantes o, en su defecto, restos que se han tirado a la basura o sobrante que ha quedado en la sartén o en las muestras de los vómitos. Para evitar su deterioro, se deben conservar los restos en papel, no en material plástico, para que sean analizados en los centros de salud e identificar el tipo de hongo.
Se debe considerar que la Amanita no es el único hongo que produce intoxicaciones; otras setas a las que se debería tenerse precaución son la Agaricus Xamthodermus y Agaricus Muscaira. La primera es muy similar al champiñón París, y entre los síntomas de este hongo se dan calambres abdominales, náuseas, vómitos y diarrea. Mientras que los menos comunes incluyen dolor de cabeza, mareos, sudoración y somnolencia. Por otro lado, el Agaricus muscaria tiene un efecto neurotóxico de consecuencias graves, aunque no necesariamente mortales. Además de tener efectos alucinógenos, es tóxica para el intestino y hígado.
Desde la prevención el llamado es advertir sobre los hongos silvestres, que sean consumidos de forma responsable, que sepan fehacientemente de dónde los están consumiendo o comprar en el comercio establecido.
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